El ajedrez en la Edad Moderna
Con la invasión de los árabes llega el ajedrez a la
península ibérica en el siglo VIII. Las primeras piezas de ajedrez en Europa, datadas
en el año 900, fueron encontradas en Peñalba de Santiago, conociéndoselas como
"las piezas o bolos de San Genadio". En esa época la dama no existía,
era la alferza la que ocupaba esa casilla, y con un movimiento mucho más
limitado, que figura en un códice del siglo XIII de Alfonso X el Sabio. Tras la
llegada del ajedrez a Europa, se va transformando hasta llegar a ser el juego
que hoy conocemos. Las piezas se transforman en lo que hoy son, con ese
recuerdo de la sociedad medieval: rey, dama, caballo (en representación del
caballero), torre y obispo, que sustituye a un elefante que en Europa no existe
como arma de guerra, aunque en español conserva el nombre de alfil (elefante en
árabe).
Fue en el siglo XV y en Valencia cuando aparece por
primera vez la dama en un manuscrito Scachs d'amor, en el que figuran
composiciones en valenciano y de poetas valencianos. Unos años más tarde, en el
1495 se publica en Valencia y en lengua valenciana el libro del segorbino
Francesc Vicent Llibre dels jochs partits dels schachs, considerado el primer
tratado de ajedrez publicado en el mundo, y en el que figura también la dama;
no apareciendo en ninguna documentación anterior ni coetánea a ambas obras.
Nace pues en Valencia a finales del siglo XV la dama, precisamente en 1475
según ha acreditado José Antonio Garzón Roger, inspirada en la Reina Isabel la
Católica según el libro del año 1997 del historiador holandés Govert
Westerveld, cuya hipótesis fue confirmada documentalmente por el historiador
valenciano José Antonio Garzón Roger. La fecha de 1475 ya fue indicada por
Garzón en el año 2003 y las pruebas definitivas (filigrana y conjunción
planetaria) constan en su libro de 2005.
A lo largo de los siglos XV y XVI, época del
Renacimiento, van apareciendo los movimientos y las reglas actuales. Los peones
adquieren el derecho de mover dos casillas en su primera jugada, y cuando
llegan a la última fila pueden cambiarse por una pieza anteriormente capturada.
El alfil ya podía desplazarse a lo largo de toda la diagonal, y pierde la
facultad de saltar. La dama se moverá a lo largo de todas las casillas de su
columna, fila y diagonales, y se pone de moda el enroque italiano en el cual el
rey se puede poner en las casillas del alfil, el caballo o la torre y la torre
en las casillas del alfil o del rey, pero eran dos jugadas, y no una. Este
enroque evolucionó hasta el enroque actual.
En Italia el ajedrez fue volviéndose muy popular, y las
reformas en las reglas que iban apareciendo se generalizaron por toda Europa.
Sin embargo no eran universales.
En el siglo XV aparecen dos manuscritos muy interesantes,
el Scachs d'amor, erróneamente considerado como un «Manuscrito catalán», que
consagra al ajedrez un poema en el que juegan al ajedrez Venus y Marte; y el
manuscrito de Gotinga, fechado en 1490 según algunos y según José Antonio
Garzón Roger entre 1505 y 1515, dedicado al análisis de las aperturas y a
problemas de ajedrez.
Sin embargo para la unificación de las reglas fue
decisiva la invención de la imprenta (1450), ya que a partir de entonces se
pudieron componer libros con las reglas que se difundieron por todo el mundo.
En esta época además de Lucena (siempre confundido con
Luis de Lucena), Damiano, Ruy López de Segura, Paolo Boi y Leonardo da Cutri
tenemos a los españoles Esquivel, Escovara, Pedrosa, Vincenti, Roscés y Alfonso
Cerón; y al italiano Horatio Gianutio. Estos maestros hicieron el notable
descubrimiento de que en cualquier maniobra de la partida se debe conseguir la
meta deseada con el menor número posible de jugadas. Hacer una jugada sin
objeto, desperdiciar la oportunidad de mover, lo denominaron «perder un
tiempo». Es como que el rival moviera dos veces seguidas. Comprender la
importancia del factor tiempo fue la conquista más valiosa de la época.
Los maestros del Renacimiento idearon una forma de hacer
que el rival pierda tiempos al principio de la partida: los gambitos, palabra
que significa zancadilla o trampa, en italiano, y que Ruy López usó para
definir la maniobra consistente en entregar material (uno o dos peones y en
casos notables hasta un caballo) a cambio de obtener una posición con mayores
posibilidades de ataque. Se tardó siglos en comprender que el bando que está a
la defensiva en vez de aferrarse a mantener la ventaja material debe
preocuparse del desarrollo de sus piezas.
El historiador ruso Gonaiev asegura que el autor del
Gambito de rey fue Ruy López. Giulio Cesare Polerio lo estudió extensamente en
su obra aparecida a fines del siglo XVI en la cual cita partidas de grandes
jugadores de la época.
La denominación actual de muchas aperturas y variantes no
debe hacernos creer que eran totalmente desconocidas en la antigüedad. Por
ejemplo, el Gambito letón 1.e4 e5; 2.Cf3 f5; fue llamado así en honor a las
investigaciones que de él hicieron los maestros de Letonia por 1930, pero ya lo
jugaban Da Cutri y Greco en el 1600. Durante siglos el Gambito de rey ocupó un
primer plano en la teoría y práctica del ajedrez.
El ajedrez contemporáneo
En el ajedrez contemporáneo quien más contribuyó a fijar
definitivamente las reglas actuales fue Philidor.
En 1737 el sirio Philip Stamma de Aleppo publica en París
su libro «El noble juego del ajedrez» y en el utiliza por primera vez en la
historia un nuevo sistema de notación, la notación de Stamma, que no es otra
cosa que la actual notación algebraica. A pesar de su indudable ventaja harán
falta más de dos siglos y medio para que se generalice en todo el mundo. Sólo a
partir de 1980 la FIDE la considera como único sistema de notación oficial.
La primera crónica fija especializada en ajedrez nació en
1813 en el periódico inglés Liverpool Mercury. En 1836 aparece en París
(gracias a la iniciativa de La Bourdonnais) la primera revista íntegramente
dedicada al ajedrez: «Le Palamede», titulada así como homenaje al héroe griego
Palamedes, a quien se le atribuyó durante mucho tiempo la invención del
ajedrez.
En 1924 se funda en París la Fédération Internationale
des Échecs (FIDE) que cuenta con unos 175 países miembros. Es la segunda mayor
federación deportiva del mundo tras la FIFA que tiene 180 países afiliados. Su
divisa es Gens una sumus, que proclama, un tanto ingenuamente, los ideales de
sus fundadores.
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